¿Qué te podría llevar a ser hincha cruzado? Probablemente
tener plata, ser facho, ser católico,
vivir de plaza Italia para arriba o ser hijo de alguien que cumpla con
la mayoría de estos requisitos. Bueno, si bien fui oficialmente creyente hasta
el 5 de mayo de 1994, cuando le pedí encarecidamente a “diosito” que salvara a
mi perro que agonizaba envenenado (diosito no pescó y cagó conmigo por hueón), no cumplo con ninguno de los otros “requerimientos” para ser hincha
de la franja.
¿Entonces qué chucha pasó?
Eran los principio de los 90, tiempo en los que se sitúan
mis más remotos recuerdos de la vida.
Estoy en alguna bomba de bencina de no sé dónde (infiero que Los Vilos, pero
solo lo creo) y el bombero enarbola algo sobre la U, y yo le respondo con un
enérgico ¡grande Colo Colo! Él se ríe y mi papá parece orgulloso. Sí, era de
Colo Colo y terminé siendo cruzado
¿Qué recontrachucha pasó?
Mucho tiene que ver aquel hombre que orgulloso veía cómo su
hijo defendía los colores de Colo Colo frente a un archirrival chuncho.
No recuerdo desde cuando era de Colo Colo, así que
supongo que mi papá me lo inculcó desde pequeño. Es casi un hecho que todo lo
que me gusta el fútbol se debe a él.
Pretender que cambiarme desde Colo Colo a la UC fue un acto
de rebeldía hacia mi papá sería vestirme de una inteligencia que no poseía.
Tampoco existía un motivo por el cuál despegarme de sus enseñanzas. Y
claramente, no fue una decisión acertada, deportivamente hablando.
Ya, Entonces... ¿Qué recontrarecontrachucha pasó?
Bueno, creo que quise buscarme mi propio camino, quizá en una de las pocas veces de la vida.
Lo recuerdo perfecto. Todos los domingos viendo los goles en esa vieja tele IRT
de 14 pulgadas con mi papá al lado. Solo los dos. A mi mamá y hermano nunca le
interesó el fútbol mayormente.
Un día veo que hablan mucho de un club, a pesar de que este
va en los últimos lugares. Vestían de blanco, con una franja celeste en el
pecho. Bonita camiseta ¿Quiénes son? Le pregunto a mi papá: La Universidad
Católica. Ése es mi equipo, decidí.
Y me volví hincha de la noche a la mañana. Aparecieron el
Beto Acosta, Rozental, Gorosito, el pato Toledo, entre otros. Hinché tanto por
la UC, que me compraron camiseta, póster, alcancías, etc. ¿Qué habrá pensado mi
papá con esto? ¿Era el quiebre definitivo con su hijo al cual enseñó que Colo
Colo era Chile y se terminó convirtiendo en un cruzado caballero?
Todo lo contrario. Fue esta “rivalidad” que nos unió, más
que si yo hubiese seguido siendo hincha de Colo Colo.
Cada clásico, cada derrota cruzada y los escasos triunfos
eran un momento para que “me hueviara”.
Enrostrarme una derrota o ningunear una victoria se convirtió en una tradición
¡Católica! Me comenzó a llamar.
Post “cotillón”, pensé seriamente en dejar de ser hincha de
la UC. La fatalidad cruzada luego de esa final, que tuvo varios subcacampeonatos
posteriores, cada cual más impresentable que el anterior, me hizo dudar de si
era buena idea invertir energías para solo recibir tanta desgracia.
Pero siempre había una llamada de mi papá “hueviándome” y
recordándome que había elegido ser de la cato. No me quedaba otra que decir que
en San Carlos ganábamos gracias a los 80 mil hinchas que iban a ir .¿80 mil?
¡Pero si el estadio es de madera!, lanzaba con la alegría de siempre. Era como una aprendida rutina de humor de los Dinamita Show.
¿La última llamada? 24 de mayo de 2019. No llamaba hace
meses, quizá porque la cato vivía su mejor momento en años. Y tampoco fuimos de comunicarnos mucho. La UC era vapuleada como nunca había visto por
Independiente del Valle. 3 a 0 en 12 minutos del primer tiempo, y la debacle no
tenía esperanza de terminar. En eso me llama mi papá ¡Qué pasó, milo! Y
vinieron las burlas y yo en lo de siempre, tratando de salvar mi honra con
nulos argumentos, pero con algo de gracia.
Nos vimos el 24-25 de mayo. Yo en la puerta de la cocina, lo veo llegar, pongo cara de "putalaweá" y sin medias nada más que ese gesto, lanzó su batería de bullying por la apabullante derrota.
El 20, el día siguiente de la partida de mi archirrival en el fútbol, la cato
jugó el partido de vuelta de esa llave. Ganaron, pero igual quedó eliminada. Fue la primera
derrota sin llamado.
¿Valió la pena ser hincha de la cato? Sí. Gracias a eso pasé
toda una vida enfrentándome a mi papá por ensalzar los pocos triunfos cruzados
frente a los múltiples de Colo Colo. Jamás le reconocí que en realidad él tenía
razón, y que francamente, había metido la pata con hacerme hincha de la cato,
no solo por su triste historial, sino también, por lo que representa, valores
totalmente opuestos al mío y curiosamente, más cercanos a él.
-¿Tú eres el hincha de la cato? Siempre decía voy a llamar a
este hueón. Este hueón no me contesta…, me dijo un compañero de pega de mi papá
en el velorio.
Sonreí con orgullo.
Nunca le reconocí lo bien que lo pasé en nuestro clásico.
¿Y ahora? No sé.
¿Vale la pena seguir siendo hincha de la cato sin el rival cargándote?
Acabo de ver el clásico universitario y parece que seguiré siendo hincha, aunque con la seguridad que no será como antes. Sin el archirrival esto perdió mucho sentido.
Eso sí, hay algo que tengo más que claro.
Colo Colo es Chile, papá.
**
Carlos Gustavo de Luca: sempiterno goleador argentino que pisó los pastos chilenos en los fines de los 80 y la primera mita de los 90. Jugó en Wanderes, La Serena, O'Higgins, Colo Colo, Regional Atacama, Deportes Temuco y Everton.
Mi papá lo admiraba mucho. Yo igual. Domingo a domingo comentábamos los goles. Probablemente fue su campaña en O'Higgins la que más nos encandilo.