martes, 10 de septiembre de 2019

La parabólica




¿Cuál es el recuerdo más remoto que tengo de mi papá? 

No estoy seguro, pero creo que es el siguiente:

Íbamos en plena cuesta Los Cristales en el camión Fiat verde rumbo a Illapel y sonaba en la radio (o quizá era un casette) "La Parabólica" en voz de La Sonora de Tomy Rey. Él cantaba, yo cantaba. Bailaba, nos reíamos.



Siempre me gustó viajar con él. No importaba levantarme a las 4am para emprender rumbo a Ventana o Santiago (en la época que cargaba ácido). Ni esconderme bajo unas mantas para entrar a Lever,  o esperar en una plaza con mi hermano en Santiago (oye el wn irreponsable, jaja), o quedarnos en un restauran insalubre o en la duna contaminadas de la hoy tristemente célebre Ventanas. Lo pasaba bien. Los recuerdos siempre son remotos, de la infancia, pero ese gusto por viajar, a pesar de crecer, no cambió.


La última vez que viajamos juntos fue un viernes 16 de junio de 2017, el último año en que llovió de verdad. Fue un viaje desde Santiago a Salamanca. Me llamó tan encima que tuve que correr para llegar. Y sí, hay buses, pero yo quería viajar con él.

Pasó de todo. Llovía muy intensamente, a ratos apenas se veía la carretera. Dos accidentes nos tuvieron detenidos largo tiempo (en un momento mi papá se bajó y se puso a conversar con otro chofer de camiones. Así de amistoso era) y un árbol en plena ruta (cayó por las lluvias) nos obligó a devolvernos varios kilómetros.  Y claro, el clásico de siempre, paramos a comer un sandiwch de queso-carne tremendo (sácale una foto para que lo vea el Roger). Comer siempre fue una demostración de cariño.



En Los Vilos dejamos la rampa (me impactó su vitalidad y fuerza frente a mi debilidad a la hora de desmontar la rampa).

Debimos llegar a las 11 de la noche,  pero recién arribamos a Salamanca pasada las 2am.

Siento que llegar en camión a Salamanca fue innecesario. Probablemente si hubiese viajado solo lo deja en Los Vilos. A pesar de que mi papá era chucheta y mal genio a la hora de manejar, esta vez, y  a pesar de los inconvenientes, andaba feliz y tranquilo.

En definitiva, lo pasé muy bien en ese viaje, igual como si fuera un niño de 4 años escuchando la parabólica en un viejo camión Fiat.

***
Aunque el último viaje no fue ése. Y también la lluvia nos acompañó ese triste jueves 30 de mayo del 2019, desde La Calera a Salamanca. Pero esa, aunque suene cliché, es otra historia.

martes, 3 de septiembre de 2019

¡Católica!


¿Qué te podría llevar a ser hincha cruzado? Probablemente tener plata, ser facho, ser católico,  vivir de plaza Italia para arriba o ser hijo de alguien que cumpla con la mayoría de estos requisitos. Bueno, si bien fui oficialmente creyente hasta el 5 de mayo de 1994, cuando le pedí encarecidamente a “diosito” que salvara a mi perro que agonizaba envenenado (diosito no pescó y cagó conmigo por hueón), no cumplo con ninguno de los otros “requerimientos” para ser hincha de la franja. 

¿Entonces qué chucha pasó?

Eran los principio de los 90, tiempo en los que se sitúan mis más remotos recuerdos de la vida. Estoy en alguna bomba de bencina de no sé dónde (infiero que Los Vilos, pero solo lo creo) y el bombero enarbola algo sobre la U, y yo le respondo con un enérgico ¡grande Colo Colo! Él se ríe y mi papá parece orgulloso. Sí, era de Colo Colo y terminé siendo cruzado 

¿Qué recontrachucha pasó?

Mucho tiene que ver aquel hombre que orgulloso veía cómo su hijo defendía los colores de Colo Colo frente a un archirrival chuncho. 

No recuerdo desde cuando era de Colo Colo, así que supongo que mi papá me lo inculcó desde pequeño. Es casi un hecho que todo lo que me gusta el fútbol se debe a él.

Pretender que cambiarme desde Colo Colo a la UC fue un acto de rebeldía hacia mi papá sería vestirme de una inteligencia que no poseía. Tampoco existía un motivo por el cuál despegarme de sus enseñanzas. Y claramente, no fue una decisión acertada, deportivamente hablando.

Ya, Entonces... ¿Qué recontrarecontrachucha pasó?

 Bueno, creo que quise buscarme mi propio camino, quizá en una de las pocas veces de la vida.

 Lo recuerdo perfecto. Todos los domingos viendo los goles en esa vieja tele IRT de 14 pulgadas con mi papá al lado. Solo los dos. A mi mamá y hermano nunca le interesó el fútbol mayormente.

Un día veo que hablan mucho de un club, a pesar de que este va en los últimos lugares. Vestían de blanco, con una franja celeste en el pecho. Bonita camiseta ¿Quiénes son? Le pregunto a mi papá: La Universidad Católica. Ése es mi equipo, decidí.

Y me volví hincha de la noche a la mañana. Aparecieron el Beto Acosta, Rozental, Gorosito, el pato Toledo, entre otros. Hinché tanto por la UC, que me compraron camiseta, póster, alcancías, etc. ¿Qué habrá pensado mi papá con esto? ¿Era el quiebre definitivo con su hijo al cual enseñó que Colo Colo era Chile y se terminó convirtiendo en un cruzado caballero?

Todo lo contrario. Fue esta “rivalidad” que nos unió, más que si yo hubiese seguido siendo hincha de Colo Colo.

Cada clásico, cada derrota cruzada y los escasos triunfos eran un momento para que “me hueviara”.

Enrostrarme una derrota o ningunear una victoria se convirtió en una tradición

¡Católica! Me comenzó a llamar.

Post “cotillón”, pensé seriamente en dejar de ser hincha de la UC. La fatalidad cruzada luego de esa final, que tuvo varios subcacampeonatos posteriores, cada cual más impresentable que el anterior, me hizo dudar de si era buena idea invertir energías para solo recibir tanta desgracia.

Pero siempre había una llamada de mi papá “hueviándome” y recordándome que había elegido ser de la cato. No me quedaba otra que decir que en San Carlos ganábamos gracias a los 80 mil hinchas que iban a ir .¿80 mil? ¡Pero si el estadio es de madera!, lanzaba con la alegría de siempre. Era como una aprendida rutina de humor de los Dinamita Show.

¿La última llamada? 24 de mayo de 2019. No llamaba hace meses, quizá porque la cato vivía su mejor momento en años. Y tampoco fuimos de comunicarnos mucho. La UC era vapuleada como nunca había visto por Independiente del Valle. 3 a 0 en 12 minutos del primer tiempo, y la debacle no tenía esperanza de terminar. En eso me llama mi papá ¡Qué pasó, milo! Y vinieron las burlas y yo en lo de siempre, tratando de salvar mi honra con nulos argumentos, pero con algo de gracia.


Nos vimos el 24-25 de mayo. Yo en la puerta de la cocina, lo veo llegar, pongo cara de "putalaweá" y sin medias nada más que ese gesto, lanzó su batería de bullying por la apabullante derrota.

El 20, el día siguiente de la partida de mi archirrival en el fútbol, la cato jugó el partido de vuelta de esa llave. Ganaron, pero igual quedó eliminada. Fue la primera derrota sin llamado.





¿Valió la pena ser hincha de la cato? Sí. Gracias a eso pasé toda una vida enfrentándome a mi papá por ensalzar los pocos triunfos cruzados frente a los múltiples de Colo Colo. Jamás le reconocí que en realidad él tenía razón, y que francamente, había metido la pata con hacerme hincha de la cato, no solo por su triste historial, sino también, por lo que representa, valores totalmente opuestos al mío y curiosamente, más cercanos a él.

-¿Tú eres el hincha de la cato? Siempre decía voy a llamar a este hueón. Este hueón no me contesta…, me dijo un compañero de pega de mi papá en el velorio.

Sonreí con orgullo.

Nunca le reconocí lo bien que lo pasé en nuestro clásico.

¿Y ahora? No sé.

¿Vale la pena seguir siendo hincha de la cato sin el rival cargándote?

Acabo de ver el clásico universitario y parece que seguiré siendo hincha, aunque con la seguridad que no será como antes. Sin el archirrival esto perdió mucho sentido.

Eso sí, hay algo que tengo más que claro.

Colo Colo es Chile, papá.

**


Carlos Gustavo de Luca: sempiterno goleador argentino que pisó los pastos chilenos en los fines de los 80 y la primera mita de los 90. Jugó en Wanderes, La Serena, O'Higgins, Colo Colo, Regional Atacama, Deportes Temuco y Everton.

Mi papá lo admiraba mucho. Yo igual. Domingo a domingo comentábamos los goles. Probablemente fue su campaña en O'Higgins la que más nos encandilo. 

sábado, 31 de agosto de 2019

Cañín


-Aló ¿Se encuentra el caballero?

-¿Quién?- con desconfianza-.

-Disculpe… - con voz complicada-. Es que no sé cómo se llama el caballero. Sólo sé que le dicen Cañín- ríe nerviosamente-.

Cañín, así era conocido mi papá por gran parte de la comunidad camionera, tanto así, que no eran pocos los que desconocían totalmente su nombre real, como el caso de aquel señor que una tarde llegó a preguntar por él, muy complicado, porque si bien tenía total certeza que era la casa del Cañín, desconocía cómo se llamaba, y quizá, pudiera llegar ser ofensivo preguntar así por el dueño de casa.

Y era entendible. Hay muchos sobrenombres, sino la mayoría, que nacen por un defecto físico o algún percance en la vida. Bueno, esa es la definición de los sobrenombres, resaltar lo negativo, que con el tiempo, pasa a segundo plano y se convierte en casi un nombre oficial. 

Un misterio total siempre fue el origen de aquel sobrenombre que llevó durante toda su vida mi papá, aunque se fue perdiendo con el tiempo y quedó relegado a las personas de Salamanca, siempre continuó estando presente.

Había una teoría no muy decorosa relacionada con algo así como con una araña, la araña cañina. Creo que iba la teoría por lo que dicen “picado de la araña”. Era un poco rebuscado.

¿Existe la palabra cañín? ¿Hay una araña con esa denominación?

Recurrí a google y sorprendentemente  existe:

Cañin: Prolongación articulada de la caña que sirve para gobernar el timón con el patrón colgado a la banda o desde el trapecio.

Mmmm. La cosa tampoco iba por ahí. Pero la respuesta llegó.

¿Por qué le decían Cañín? Pregunto alguien durante el velorio.

Mi tía Emilia esbozó lo que quizá es la versión más encantadora y, por lo mismo, desde ese momento para mí la oficial.

-Cuando chico Emilio se caía y decía “me cañín, me cañín...”.

Fin del misterio


**
Comparto la historia con mi hermana.

Me dice que cuando chica le decían la cañina. Esto me recuerda que en uno de las dos partidos que jugué por un club salamanquino (prontamente caché que era malo y huí), me dijeron cañín chico. Era una mañana en una cancha de tierra de Chalinga.

Fue la primera y única vez que recibí ese apodo. Me salvé

lunes, 26 de agosto de 2019

Emilio Morales de Salamanca



Emilio Morales de Salamanca. Así se presentaba mi papá al hablar por celular. Se lo escuché muchas veces.

Cuando transportaba ácido sulfúrico, una de las cargas más peligrosas que existe, le tocó lidiar con estrictas medidas. El estanque debía llevar escrito recomendaciones(evitar el contacto del ácido), advertencias, números de teléfonos de emergencia, personales, de la empresa. En fin, especificaciones de todo tipo. Por lo mismo, nunca entendí como le permitieron llevar estampada una bruja con la frase "Salamanca ,Tierra de Brujos" grande, en la parte posterior del camión, cosa que todos sus colegas lo vieran. De seguro violó todas las leyes establecidas.



El finde (cuando salga esto ya habrán sido varios findes) fui a ver la rampla-rampa (años que no cargaba ácido) y me encontré con una sorpresa. Primera vez que me detenía a mirar en todos estos años, y quizá fue la última.Y ahí estaba en su última rampla: Salamanca, IV región, tierra de brujos.



 Lo más gracioso es que mi papá era de Viña, se crió en Quilmenco (dentro de la comuna eso sí) y estudió en Illapel. ¿De dónde el arraigo? ¿Por qué tan orgulloso de ser salamanquino? Es un misterio que él se llevó y que nunca le pregunté.

Y quizá esto explica que siempre termino presentándome como un orgulloso salamanquino. Dudo que alguien que me conozca no sepa de mi ciudad de origen. 

Es que igual la ciudad más linda que existe. 

Se los dice otro Emilio Morales de Salamanca😊 .





sábado, 24 de agosto de 2019

La idea es...


Llevo semanas escribiendo a cuenta gotas. Cuando llego al depto, antes de salir del depto., en el metro,  en el bus, en la ducha, antes de dormir, al despertar, mientras  almuerzo, en el computador, en el celular, en un bloc de notas, en un correo, etc. 

Tengo certeza de cuándo comencé: en la noche del 31 de mayo, quizá ya 1 de junio. Celular en mano, sentado al lado de mi papá, escribí el discurso para la misa. Mi idea era evitar que alguien diera un típico discurso meloso y religioso. Iba en contra de él y de mí. Quería en plena misa, tributarlo y sacar sonrisas. Un chiste de los pacos lo logró. Recurso fácil, los pacos siempre hacen reír.

Espero en este blog reunir algunas anécdotas, reflexiones, recuerdos, etc, en torno a mi papá.

En la mayoría escritos hechos de golpe y porrazo, evitando el exceso de edición.

Y hoy es un buen día para comenzar a subir los textos. De aquí en adelante serán dos por semana, martes y sábado.

Son nueve notas hasta ahora. Quizá sume más. Quizá no.

Lo que venga a la mente, vendrá.

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1 Emilio Morales de Salamanca (martes 27/8) | Ver acá
2 Cañin (sábado 31/9) | Ver acá
3 ¡Católica! (martes 3/9) Ver acá
4 La parabólica (martes 10/9)
5 MILO ( 
6 Me gustaría pensar que... (
7 No lo viste venir (
8 Nuestro gran pez (
9 Aventuras de nuestro gran pez

La parabólica

¿Cuál es el recuerdo más remoto que tengo de mi papá?  No estoy seguro, pero creo que es el siguiente: Íbamos en plena cuesta Lo...